jueves, 18 de noviembre de 2010

Trini, la ministra chaquetera...

¿Cómo se puede confiar en un político que traiciona sus ideales cuando adquiere una parcela de poder en el gobierno?


La ahora ministra de Exteriores paseaba orgullosa sus convicciones pro-saharauis por Madrid en el año 2003 como puede observarse en la imagen, en compañía de Cándido Méndez, secretario general de UGT.

Mucho han cambiado los tiempos desde entonces para pasar de enarbolar la enseña del Sáhara occidental libre, ponerse la pegatina y presidir marchas reivindicativas tras la pancarta de apoyo a la causa saharaui, a verse enfrascada defendiendo a Marruecos ante los otrora amigos de nuestra flamante ministra.

Han pasado 7 años y hay una razón fundamental que explica este extremo: En 2003 el PSOE estaba en la oposición. Unos socialistas que hacían de la guerra de Irak su caballo de batalla, mostrando su rebeldía al paso de la bandera de los EE.UU. con el entonces líder de la oposición, Zapatero, sentado en señal de protesta.
Una época en que Trini lucía aquella chupa de cuero por la que se hizo famosa; quizá el único recuerdo amable de aquella etapa que la precipitó al abismo tras su encuentro con Gallardón en las urnas por la presidencia del ayuntamiento de Madrid. Aquella era la Trini joven, enrollada, comprometida, atenta, sensible, implicada y concienciada.

Hoy no queda ni la cremallera de aquella prenda que lucía orgullosa en su campaña electoral. Hoy los estilismos son otros y los compromisos, las palabras de aliento y esas manos tendidas a las causas nobles, se han tornado en encogimiento de hombros, un ceño fruncido y una mirada perdida que delata la renuncia a unos principios, la indiferencia hacia la causa saharaui y la traición a quienes fueron ciudadanos españoles hace 35 años y quedaron abandonados a su suerte en el desierto.

Esa es hoy la ministra que ha recuperado su nombre, pero que perdió con él su dignidad: Trinidad Jiménez.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Carta abierta a Marcelino Iglesias

Buenos días Sr. Iglesias.


Sé que jamás tendrá usted acceso a esta carta, pero creo que tenía el deber moral por mí y por el resto de españoles que dedicarle unos minutos de mi tiempo, aunque usted no vaya a hacer lo mismo.
Hay ocasiones en los que echarle un vistazo a la prensa puede llegar a producirte úlceras del tamaño del agujero de la capa de ozono. Últimamente la situación general de nuestro país genera miles de dolores de cabeza, úlceras e insomnio a millones de españoles que pasan todos los días de la semana al sol. Aunque pese a todo lo visto y oído no alcanzo a discernir sobre si su sensibilidad alcanzará a ocuparse del tema.

Los españoles hemos demostrado ser excesivamente condescendientes. Podemos soportar que alguien mediocre intente gestionar con mayor o menor acierto un gobierno, aguantamos estoicamente que la peor de las crisis caiga sobre nuestras cabezas, mientras nuestro presidente y su sainete ministerial miraban hacia otro lado y perdonamos un engaño, una media verdad o una falsedad como un templo, asumiéndolo y aceptándolo como algo normal y lógico, puesto que se ha convertido en algo cotidiano desde que Zapatero manda, que no gobierna.

Pero llega un día, Sr. Iglesias, en que algo cambia, varía, muta, evoluciona y se torna diferente al resto de días. Ese momento arriba cuando alguien que cree estar en posesión de la verdad absoluta hace afirmaciones que atentan contra el intelecto del común de los mortales y susurra subliminalmente a todos sus potenciales oyentes al oído: "Eres gilipollas".

Hoy, usted, Sr. Iglesias, excelentísimo presidente de Aragón y secretario de Organización del PSOE, ha despertado la indignación en mi persona, porque al leer sus declaraciones me he sentido insultado en mi inteligencia, vilipendiado en mis convicciones y ofendido como ciudadano español.

Hoy usted ha dicho, refiriéndose a las declaraciones que hizo el ex presidente del Gobierno Felipe González sobre la guerra sucia contra ETA en los años ochenta, que: "se ve como si hubiera pasado ayer y pasó hace más de 20 años".
Sr, Iglesias, su partido ha elaborado una Ley de memoria histórica que refiere a una época de mediados del siglo XX, en un afán de reabrir viejos debates y cuestiones que fueron cerradas en el proceso de transición democrática desde 1976-1978. Cuestiones que en ocasiones causan sonrojo por la poca información que hay al respecto, y que se aventuran a investigar como el caso de la fosa de Lorca, donde ni tan siquiera han aparecido sus restos.

Sr. Iglesias, el Gobierno apoyado por el partido al que usted da voz cada día, financia proyectos e investigaciones que en lugar de caminar por la vía del consenso, originan enfrentamientos y disputas estériles que no existían, como la problemática del Valle de los Caídos poniendo en duda su valor patrimonial e histórico.

Sr. Iglesias, su partido ha elaborado propuestas y proyectos de ley que se encuentran en estudio para rehabilitar e indemnizar a los descendientes de los moriscos, que fueron expulsados de los reinos penínsulares tras el decreto de Felipe III en 1609.

Sr. Iglesias, su partido promueve un laicismo mal entendido porque separa la historia de la religión y reniega a propósito del valor patrimonial de la cruz, olvidando que va más allá del mero simbolismo de la religión católica, por tradición e historia.

Hoy usted se refiere al GAL. No es importante, hay que pasar página, es necesario echar tierra sobre él porque no afecta a nuestra vida diaria, ni tiene repercusiones en el día a día de los españoles...

Hoy ha hecho usted catedrática de comunicación a Leire Pajín, Sr. Iglesias, porque al menos ella puede justificar en su corta edad mental y cronológica el desconocimiento del asunto, pero usted ya era algo más talludito cuando los asesinos del GAL utilizaban el terrorismo de estado en los años más oscuros de nuestra reciente democracia. Lo suficiente para ser alcalde de su pueblo natal y presidente de la diputación oscense, que no es moco de pavo, ni de faisán.

Escandalizarse o excitarse ante crímenes de estado no es propio de derechas, izquierdas o ecopacifistas; no, Sr. Iglesias. Es una cuestión que censura, reprueba y condena cualquier persona de bien.

Precisamente esa misma historia a la que su partido, Sr Iglesias, recurre tanto para utilizarla en beneficio propio, es la que hoy le ha tendido una trampa y usted ha caído con todas las consecuencias. Pero no porque la historia sea traviesa, sinó porque sus propias palabras han demostrado a la ciudadanía, que el PSOE se beneficia de la historia a su antojo, centrándose en esa perspectiva que usted refiere, pero a través del caleidoscopio multifuncional y demagogo de Ferraz.

Pero la historia queda ahí siempre, Sr. Iglesias. Y el relato democrático de nuestra España constitucional quedará manchado para siempre por su partido. El mismo que desde sus responsabilidades de Gobierno bajo el mandato de Felipe González gestó, inició, amparó, lideró, organizó, acometió y silenció el terrorismo de estado como forma de hacer política válida. Saltándose así los mecanismos que confiere el estado de derecho y rebajando a la nación española a los fangos de las sangüijelas de ETA.

Es comprensible, Sr. Iglesias, que semejante bagaje y palmarés quiera permanecer oculto a la vista en las vitrinas de Ferraz. Pero usted se ha equivocado si me permite decírselo. Ha errado en el pensamiento de tan siquiera considerar la más mínima posibilidad de tomarnos por tontos al resto de españoles. Sus palabras constituyen un atentado contra la inteligencia de tod@s.

Hoy, Sr. Iglesias, ha demostrado cual es su talla moral y política, y ha convertido las esperanzas que su partido había depositado en usted en meras utopías inviables.

Si todavía le resta un vestigio de dignidad y vergüenza, debería poner a disposición del partido su cargo y responsabilidades como secretario de Organización. Los españoles nos lo merecemos, y su conciencia se lo agradecerá. Tiene usted una deuda con ambos.