martes, 10 de marzo de 2009

Cuando el pan de cada día se convierte en un lujo...

El imaginario colectivo erra al pensar que los cambios, revoluciones y tránsitos en los sistemas políticos se producen por profundas convicciones políticas, elaborados programas ideológicos o impactantes soflamas que calan entre las masas populares.
Si echamos la vista atrás y analizamos los más importantes episodios que ha atravesado la humanidad nos damos cuenta de los muchos factores que intervienen, comunes y particulares, pero salta a la vista una circunstancia que se repite insistentemente y es la que determina y define el cambio. El hambre o la falta de pan es una de las razones que mueve montañas en las sociedades tanto modernas como antiguas, al constituir la necesidad básica para el sustento de las comunidades. Existirán otros factores, pero el único imprescindible para propiciar una rápida variación en los patrones gubernamentales será la carestía por las graves implicaciones hacia la salud y la vida que supone.
En 1789 la Revolución Francesa supuso el prototipo de la situación que comentaba; una crisis general de valores y principios, una economía en bancarrota que lastraba y arruinaba al pueblo y, sobre todo, unos campos sobreexplotados que no alcanzaban a satisfacer las necesidades alimentarias de la Francia de Luis XVI.
Curiosamente meses antes del violento estallido, Versalles se vio rodeado por ingentes masas de personas que imploraban a la reina "pan" para poder subsistir. La simpar Maria Antonieta de refinada estampa pero de cuestionable sesera, no tuvo a bien otro exabrupto mejor con que obsequiar a la concurrencia que el "Si no teneis pan, comed tortas".
Los días de tan descarada soberana acabarían con la testa de su alteza en un cestillo, tras comprobar la precisión del filo de la guillotina que realizaba su trabajo en menos que la reina pronunciaba el célebre "Oh la la".

En el transcurso de la "Gran guerra" se repitió un episodio similar que quedaría también grabado en la historiografía general.
En 1905 el zarismo que había gobernado todas las Rusias con mano de hierro desde los tiempos de Ivan el Terrible, veía peligrar su poder e influencia debido a la virulenta hambruna que atenazaba la supervivencia del campesinado. Al igual que ocurriera siglo y medio antes, el populacho demandaba al zar -considerado como el "gran padre"-, "paz y pan". Toda una declaración de intenciones en la que se abogaba por el fin de la guerra ruso-japonesa de infausto recuerdo para el Imperio Ruso, y por otro la reinversión de esos capitales en el campo para relanzar la economía y la productividad agrícola de la que dependían millones de familias.
Octubre de 1917 demostró que una vez más los intereses de la aristocracia no coincidían con los propios de las clases bajas. De nuevo la familia del zar pagaría con su vida su escasa sensibilidad para con sus propios súbditos.

En ambos casos reseñados que constituyen únicamente la punta de lanza de otros menos conocidos, vemos claramente como una sociedad se rebela ante la injusticia de unos gobernantes más preocupados en otros menesteres que en aquellos que afectan a la supervivencia de su propio pueblo.
En el mundo contemporáneo con la extensión de las primigenias ideas que nacieron en 1789, desarrolladas, corregidas y ampliadas en las centurias posteriores, los sistemas empezaron a preocuparse más por sus propios ciudadanos, estableciendo como máxima la necesidad de servir a sus compatriotas ante cualquier adversidad.

Esta declaración de intenciones universalmente reconocida y aprobada queda en entredicho en determinadas circunstancias, momentos o situaciones. Para muestra sólo tenemos que echar un vistazo al solar español.
Cuando en menos de un año hay un millón de personas que han perdido su empleo, existe una situación de recesión sin paliativos, un déficit estructural cercano al 3%, una caída del PIB sin precedentes, una quiebra técnica de los sectores industriales y de servicios, un aluvión de EREs como jamás ha experimentado la sociedad española, un elevado riesgo de sufrir deflación en tan sólo unos meses, una posibilidad cierta de ser expulsados de la zona euro por incumplimiento de los pactos de estabilidad y una situación de paro que ya se anuncia para un 17,9% en el presente ejercicio y se calcula de un 20,5% para el siguiente, los motivos para el optimismo son más bien inexistentes.

Hoy sin embargo para mí la noticia más preocupante y espeluznante la constituye el hecho, muy en línea con mi reseña inicial, que con los datos en la mano exista un millón de personas que necesita la ayuda de diversas ONG para comer.
Ciertamente este fin de semana me comentaba una buena amiga muy vinculada a temas solidarios, que en una de las últimas homilias en la iglesia de mi pueblo, el párroco había rogado, pedido, demandado, implorado hasta la extenuación a los feligreses que contribuyeran de alguna forma al banco de alimentos de la parroquia dado que Cáritas se encontraba completamente desbordada ante la avalancha de personas que dependían de su ayuda para subsistir.
Hoy este llamamiento encuentra soporte documental e informativo. La Federación Española de Bancos de Alimentos (Fesbal), que agrupa a 52 entidades repartió alimentos a 6.251 entidades sociales en 2007. Estos productos beneficiaron a más de 834.000 personas. La Fesbal asegura que actualmente la demanda ha superado las 8.700 ONG y que el número de personas necesitadas asciende ya a 1,1 millones.
Esta situación constituye únicamente la punta del iceberg de una realidad que pone encima de la mesa la existencia de 8,5 millones de españoles que malviven por debajo del umbral de la pobreza; esto es que sobreviven con ingresos inferiores al 50% de la renta media disponible. Entre las principales personas necesitadas se encuentran inmigrantes, mayores, parados, indigentes, personas drogodependientes, discapacitadas y niños y adolescentes.
Estos datos y estas cifras son sólo una muestra de la dramática situación que padecemos en España y de la que en ocasiones parecemos no ser conscientes, dado el empecinamiento del partido en el gobierno y los medios que le sirven de cla, en mitigar sus efectos e insistir en una opinión del primer año de legislatura tras la victoria socialista en 2008, de "razonablemente positivo".

lunes, 9 de marzo de 2009

El cuerno de oro recibe tres importantes premios

Mi agradecimiento más sincero por la concesión del premio Apache 2009, el premio Symbelmine y el premio por la libertad "31 de marzo".

Yo particularmente concedo este premio a los siguientes blogs:

- Desde mi patria
- Cuaderno de José Martín Barrigós
- La hoja del arce
-Unidad y Libertad
- Blumuneando
- Ecospain
- El rincón de la libertad
-El blog de Martha Colmenares
- El blog de Mercedes Alonso
- Caballero ZP


Estos galardones constituyen un verdadero honor para quién escribe en este blog, y que quiere compartir con todos los que leeis y enriqueceis este lugar con vuestras opiniones.

A todos, gracias. ;)

sábado, 7 de marzo de 2009

Aquí reside la esperanza.

Desde que hace tres años decidiera embarcarme en este mundo del blog he respetado todas las opiniones que las personas que tienen a bien leer mis entradas dejan escritas. En todo este tiempo han habido pareceres y argumentaciones para todos los gustos, unas muy trabajadas y coherentes, otras menos elaboradas y sencillas, algunas para olvidar... pero de entre todas creo que ha existido una que merece especial mención.
Se trata de un Anónimo que comentó la entrada sobre "El fantasma del Felipismo" y dada la importancia que a mi modo de ver trata en su alocución he creído conveniente reproducirla y comentarla. Os la adjunto para todos aquellos que no hayais tenido la oportunidad de leerla:

Desde luego que quien no tiemble ante esta España gobernada por estos mantequillas blandas de argumentos definitivos, expertos en afirmar lo que es obvio y orgullosos de su finura política, ¡viva el carisma!..... pero colándonoslas dobladas, sin explicaciones, y con una arrogancia que no entiende de esquemas mentales. Pero para unos, otros, y no conozco aun gobierno en España que no haya terminado justificándose olvidándose que es muy difícil hablar con la boca llena, y el plato con la tajada delante. Porque en este país el único programa político que tienen los dos grandes partidos es el exterminio del adversario: quien no esta conmigo, incluso quien no está con nsdie, está contra mí. Y en medio, todos nosotros. Con González entraron a saco los buitres de la oposición con maneras propias de los bajos fondos jugando a la degollina fácil, y unos años más tarde sufrieron esa misma jugada estos mismos en sus propias carnes morenas. En un lugar donde no hace falta programa político sino esperar el momento en el que el contricante se degüelle, no podemos esperar mas que todo esto se vaya a tomar por culo y nos entierren a todos bajo una gran lápida: aqui yacen.

Una extraordinaria disertación sobre la concepción de la política en España que poseen algunos.
La política como ese "oscuro objeto de deseo" ha sido siempre foco primordial en la atención del hombre. Ya en la época clásica, Aristóteles dijo que "el hombre es un animal político" porque es la única especie zoológica que nace con tendencia y capacidad para organizarse en comunidades sociales.
La historia deformó la visión helénica de la ciencia política para servir a la sociedad. Un curioso símil que planteaba el filósofo era el de las abejas y las hormigas pues organizaban sus comunidades mejor que los hombres porque obedecen a un impulso biológico: todos los animalitos trabajan para el bien común y cada uno cumple una función, sin usurpar las ajenas ni esperar recompensas especiales por su trabajo. Aristóteles concluía que si los humanos tuvieran algo de esos insectos no harían falta leyes, partidos políticos, diputados, presidentes...

Sin embargo la experiencia de vida, el transcurrir temporal y una cualidad intrínseca que va estrechamente unida a la especie humana nos ponen de manifiesto que esta concepción ideal de la política, se antoja tan utópica como aquellos románticos del socialismo del siglo XIX.

España siempre ha sido la nota discordante con respecto a la trayectoria que seguían el resto de protoestados, naciones y/o potencias. Nuestra característica más sobresaliente tras el breve lapso del siglo XVI, ha sido siempre la de navegar cual rémoras detrás de aquel que llevaba la bandera hegemónica del orbe.
Unas veces nuestro país llegaba tarde a todo aquello que otros ya llevaban disfrutando décadas e incluso siglos, en otras ocasiones fuimos laboratorio de ensayo de regímenes, sistemas o conflictos que posteriormente eran extrapolados al resto del continente.
Naturalmente en un país con estas peculiaridades la clase política iba en perfecta consonancia con el contexto socio-político.

Así en España abarcamos todo el abanico de posibilidades en tiempos pretéritos; desde la más férrea monarquía de inamovibles criterios ejemplificada en la figura de Fernando VII -que a pesar de todo no estuvo exenta de aperturismos interesados, claro está-, pasando por la "lolailo èpoque" de Isabel II donde eran más relevantes para la nación española los líos de colchón y enaguas de la soberana, que las leyes y debates que tenían sobre la mesa sus señorías de tinte moderado o progresista. De igual manera pudimos atravesar el lapso republicano que derivó en una nueva monarquía, que restauró el caciquismo más cerril finiquitando toda posibilidad de democratización real con la instauración de una dictadura, para de la misma manera finalizar su andadura en una nueva república; demostrando aquel principio presocrático que la materia ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma.

Dicha transformación no está exenta de incidentes como de hecho puso de manifiesto la guerra civil española. Las dos Españas enfrentadas en la búsqueda de un modelo de convivencia que no habían logrado hallar en dos siglos de existencia.

Sólo la concordia, el entendimiento y la voluntad de compromiso para con el futuro de los hombres y mujeres que conforman la unidad de la nación pudieron obrar el milagro, que en 1978 nos confirió la Carta Magna que hoy nos rige y gobierna.


Y hoy treinta años después ¿que?
La Constitución debe ser la luz y guía del estado democrático que nos ampara, ofrece derechos y nos demanda obligaciones. La clase política debería dar ejemplo y situarse por encima muchas veces de las cuestiones triviales que por sus encendidas diatribas acaban convirtiéndose en tribales a la luz de los primitivos planteamientos que se llegan a escuchar.

La perfección es cosa de divinidades antiguas y modernas, pero a nuestros representantes se les debería poder exigir un mínimo de corrección, de formación, y por supuesto, de trabajo. Para ello es al fin y al cabo para lo que los ciudadanos depositamos nuestra papeleta en cada cita electoral.
Nuestra democracia es joven y, si se me permite inexperta, no por capricho de esas divinidades que se aburren y se encaprichan, sinó porque hasta ahora nuestra clase política ha tenido que reciclarse y en el mejor de los casos aprender desde cero en esto de las libertades y los principios dada la escasa tradición democrática de nuestro país.

Yo no me resigno a asistir a la degradación de los estamentos políticos de mi país, porque es ahora cuando las nuevas generaciones debemos dotar al ejercicio de la política de esa savia nueva que ha nacido, crecido y aprendido en democracia. Nosotros conocemos todos aquellos valores que hacen grandes a naciones de larga tradición parlamentaria, y es ahora el momento de ir poco a poco enriqueciendo y corrigiendo con nuestra experiencia de vida todos aquellos aspectos que podamos considerar caducos o agotados. La regeneración es la garantía de permanencia y de mejora en la vida y a ello dedicaremos nuestros esfuerzos desde nuestras humildes posibilidades. El presente y el futuro dependen de nosotros y nuestra voluntad constructiva.

Aquí reside la esperanza.

martes, 3 de marzo de 2009

El fantasma del "Felipismo"

El próximo mes de octubre se cumplirán veintisiete años desde que el PSOE alcanzara su primera e histórica victoria en las urnas tras la transición. La España de hoy debe mirarse en el espejo de aquel hito para recordar los catorce años de Felipe González al frente del gobierno de la nación y sopesar el balance final de su gestión, para comprender algo mejor de lo que -a la vista de la situación actual en nuestro país- nos pueden deparar los meses y años venideros con los socialistas en el poder.

En 1982, el programa electoral del nuevo Gobierno podía tener aspectos imposibles de cumplir, como era la creación a corto plazo de 800.000 puestos de trabajo, pero estaba rodeado de una mística que hacía pensar que todos los problemas se solucionarían de forma inmediata. González logró un nivel de aceptación popular de 7.5 sobre 10, lo que era no sólo muy superior al de cualquier otro gobernante europeo sinó que, además, por vez primera y única, superaba a la cota que entonces tenía el propio Rey.

Pero la realidad se fue tornando más oscura conforme fueron trascurriendo los años. Déficit, corrupción, saqueo de las arcas públicas, terrorismo de Estado, dimisiones a tuti plen, ministros y altos cargos socialistas desfilando por las prisiones españolas haciendo célebres los nombres de Alcalá Meco y Herrera de la Mancha...
En febrero de 1994 cuando se cumplían 12 años de la llegada del PSOE al gobierno, la tasa de desempleados alcanzaba la cifra más alta de la historia de nuestro país. Según el INE el paro fue del 24,5% de la Población Activa en el primer trimestre, acercándose mucho al 24,9% alcanzado por EEUU en el año 1933 que fue el de mayor paro de la "Gran Depresión del 29".

Un año antes los españoles permanecían absortos, incapaces de reaccionar ante la grave situación que atravesaban, volviendo a confiar en el PSOE para dirigir el gobierno. Una situación viciada de raíz pues desde el mismo momento de alcanzar la victoria tenía fecha de caducidad ante el desmoronamiento de las estructuras de propaganda del régimen socialista que no se sostenían por la constante salida a la luz pública de los escándalos y desmanes de los dirigentes del partido del puño y la rosa.

Hoy, España vuelve a estar gobernada por el PSOE. En 2004 un líder carismático supo ganarse la confianza de los españoles a través de buenas palabras, de una campaña de marketing agresiva que conectó desde el principio con la nueva masa de votantes menores de veinticinco años, ofreciendo frescura, proximidad, cercanía y renovación con un discurso tan utópico como las promesas felipistas de los 800.000 empleos, pero eficaz de cara a la cita electoral.
Zapatero logró encandilar a la sociedad española durante unos pocos años; los mismos en que tardó en desmoronarse el castillo de naipes cimentado con la herencia de la extraordinaria política económica del gobierno precedente de signo popular.

Como ocurrió en 1993 la sociedad volvió a confiar en los socialistas a pesar de los problemas estructurales que amenazaban a España porque aquellos que alertaban de una terrible situación a corto plazo eran "los antipatriotas, los enemigos del progreso y la prosperidad, los cenizos"; una vez más el PSOE recuperaba el recurrente y rentable discurso del "que viene la derecha" con la demagógica metáfora del Dóberman.
En la España de hoy como en la de entonces, los medios afines al Gobierno mitigaban en sus editoriales e informaciones los efectos de la crisis económica; en 1994, TVE era el único organismo al servicio del Régimen como prototipo de "Televisión de partido". Hoy día son numerosos los medios en pugna por colgarse galones de oro al servicio del progresismo, lo que lleva a una escalada imparable en el sectarismo que profesan.
La maquinaria propagandística no conoce límites a la hora de sacrificar aquello que sea preciso para alcanzar sus últimos objetivos; el fin sí justifica los medios para los líderes socialistas actuales.
El paro vuelve a atenazar la supervivencia de millones de personas en España. Hoy como en aquel aciago año 1994 conocemos que la cifra de parados se sitúa en los 3,5 millones. Cerca de un millón y medio de familias tienen a todos sus miembros en paro y la tragedia nacional que se avecina anuncia con superar la barrera psicólogica del 20% de parados a finales del presente año.
La única diferencia con respecto a la retrospectiva de los 90, es que dos años después de la cita electoral, Felipe González tuvo que convocar elecciones para intentar sacar al país del abismo. Una postura responsable.
Zapatero ya ha anunciado que agotará la legislatura. El futuro de miles de familias no le importa lo más mínimo, dado que su apego al sillón y la posibilidad de perderlo es lo único que le quita el sueño, ya que por lo demás duerme estupendamente.