"La diferencia fundamental entre Libia y la guerra de Irak es que existe una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas." "No hay foto de las Azores, ni mentiras, sino una resolución de las Naciones Unidas ante una violación masiva de los derechos humanos".
En estos términos se expresaban los máximos responsables socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero y Pepe Blanco, secretario y vicesecretario general del PSOE.
Siete años llevo esperando este momento. Siete largos años aguardando, porque sabía que tarde o pronto los socialistas caerían por su propio peso y demostrarían su cinismo con el "No a la guerra."
El momento ha llegado y hoy igual que ocurriera en la primavera de 2003 estamos en guerra. En una guerra injusta como lo son todas, con víctimas civiles, con un tirano como lo fue Sadam Hussein en Irak y con un escenario similar en el que una coalición internacional se enfrenta esta vez a Muammar Al Gadaffi.
Hace siete años, los informativos abrían sus portadas hablando del rechazo frontal existente en España a la intervención militar en Irak. Nos decían que el 80% de los ciudadanos se mostraban en contra de nuestra participación y el denominador común a todas las noticias era la pacarta del NO A LA GUERRA, tras la cual se parapetaban actores, directores de cine o personajes de la farándula más cañí, tutelados y teledirigidos por el entonces partido en la oposición, el PSOE.
El principal argumento esgrimido por los socialistas en aquella ocasión para censurar nuestra participación en Irak, fue la inexistencia de un mandato de la ONU que se convirtiera en garante de la intervención y sirviera de justificación para el conflicto. Hablaron de "guerra ilegal", de "genocidio" del pueblo de Irak, de "injerencia extranjera"; llegaron a desplazar a Bagdad a diferentes colectivos de mujeres artistas –como Cristina del Valle o Karmele Marchante- para dar respaldo y apoyo al entonces ministro del Interior irakí, Tarek Aziz. El mismo que años atrás había dirigido una de las políticas represivas más sangrientas que se recuerdan en el Medio oriente, así como la exterminación sistemática del pueblo kurdo.
Nada importaba ya al "sindicato de la ceja", pues lo fundamental era ganar la batalla mediática al Gobierno de entonces, que presidía José Mª Aznar.
El imaginario colectivo recuerda únicamente la victoria de los socialistas en 2004 y el regreso de nuestras tropas de territorio irakí en el mes de junio posterior. Pero aquel año dio para mucho más.
El 5 de noviembre de 2004 el Gobierno de España, ya dirigido por el PSOE, publicaba el Decreto sobre indemnizaciones a los participantes en operaciones internacionales de paz y seguridad, elaborado por el Ministerio de Presidencia de María Teresa Fernández de la Vega. Aquel documento recibió la rúbrica de siete ministros del primer gobierno Zapatero. Además de la vicepresidenta, recoge las firmas del vicepresidente segundo y ministro de Economía, Pedro Solbes; el de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos; el de Defensa, José Bono; el de Interior, José Antonio Alonso; el de Trabajo, Jesús Caldera y el de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla.
En la Memoria Justificativa que acompaña al Decreto se incluye un listado de las operaciones del Ejército español en el exterior, en las que figura por un lado aquellas que están amparadas por resoluciones de las Naciones Unidas. Aparecen Bosnia, Burundi, Sudán, entre otras. Hasta ahí normal. Pero la sorpresa llega al ver: Abril 2003. Operación Libertad Iraquí en Irak. Y dice textualmente:
En estos términos se expresaban los máximos responsables socialistas, José Luis Rodríguez Zapatero y Pepe Blanco, secretario y vicesecretario general del PSOE.
Siete años llevo esperando este momento. Siete largos años aguardando, porque sabía que tarde o pronto los socialistas caerían por su propio peso y demostrarían su cinismo con el "No a la guerra."
El momento ha llegado y hoy igual que ocurriera en la primavera de 2003 estamos en guerra. En una guerra injusta como lo son todas, con víctimas civiles, con un tirano como lo fue Sadam Hussein en Irak y con un escenario similar en el que una coalición internacional se enfrenta esta vez a Muammar Al Gadaffi.
Hace siete años, los informativos abrían sus portadas hablando del rechazo frontal existente en España a la intervención militar en Irak. Nos decían que el 80% de los ciudadanos se mostraban en contra de nuestra participación y el denominador común a todas las noticias era la pacarta del NO A LA GUERRA, tras la cual se parapetaban actores, directores de cine o personajes de la farándula más cañí, tutelados y teledirigidos por el entonces partido en la oposición, el PSOE.
El principal argumento esgrimido por los socialistas en aquella ocasión para censurar nuestra participación en Irak, fue la inexistencia de un mandato de la ONU que se convirtiera en garante de la intervención y sirviera de justificación para el conflicto. Hablaron de "guerra ilegal", de "genocidio" del pueblo de Irak, de "injerencia extranjera"; llegaron a desplazar a Bagdad a diferentes colectivos de mujeres artistas –como Cristina del Valle o Karmele Marchante- para dar respaldo y apoyo al entonces ministro del Interior irakí, Tarek Aziz. El mismo que años atrás había dirigido una de las políticas represivas más sangrientas que se recuerdan en el Medio oriente, así como la exterminación sistemática del pueblo kurdo.
Nada importaba ya al "sindicato de la ceja", pues lo fundamental era ganar la batalla mediática al Gobierno de entonces, que presidía José Mª Aznar.
El imaginario colectivo recuerda únicamente la victoria de los socialistas en 2004 y el regreso de nuestras tropas de territorio irakí en el mes de junio posterior. Pero aquel año dio para mucho más.
El 5 de noviembre de 2004 el Gobierno de España, ya dirigido por el PSOE, publicaba el Decreto sobre indemnizaciones a los participantes en operaciones internacionales de paz y seguridad, elaborado por el Ministerio de Presidencia de María Teresa Fernández de la Vega. Aquel documento recibió la rúbrica de siete ministros del primer gobierno Zapatero. Además de la vicepresidenta, recoge las firmas del vicepresidente segundo y ministro de Economía, Pedro Solbes; el de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos; el de Defensa, José Bono; el de Interior, José Antonio Alonso; el de Trabajo, Jesús Caldera y el de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla.
En la Memoria Justificativa que acompaña al Decreto se incluye un listado de las operaciones del Ejército español en el exterior, en las que figura por un lado aquellas que están amparadas por resoluciones de las Naciones Unidas. Aparecen Bosnia, Burundi, Sudán, entre otras. Hasta ahí normal. Pero la sorpresa llega al ver: Abril 2003. Operación Libertad Iraquí en Irak. Y dice textualmente:
La participación española, amparada por las Resoluciones 1441 (2002) y 1483 (2003) y 1511 (2003), se concretó el envío de dos diferentes tipos de unidades con la misión de ayuda humanitaria y restablecimiento de la seguridad.
Por tanto, estos siete ministros del primer Gobierno Zapatero, algunos de ellos presentes sólo un año antes en las manifestaciones contra la guerra ilegal e injusta de Aznar, estamparon su firma en un Decreto que reconoce la legalidad de la intervención en Irak. Es más, ni ilegal ni, en lo que a España atañe, guerra, ya que se dice claramente que las dos misiones eran de "ayuda humanitaria" y "restablecimiento de la seguridad".
El apoyo de España a la Operación Libertad Iraquí de 2003 contó, además, con el respaldo del Congreso de los Diputados que aprobó con 184 votos secretos (uno más de los que disponía el PP) la participación del Ejército español en la misión. Esto desmonta otra de las falacias que repite el Gobierno Zapatero: "ahora es el Parlamento el que aprueba el envío de militares fuera de España". Es más, en aquel momento no era necesario por ley consultar al Parlamento.
Ahora, el Gobierno Zapatero sí ha elaborado una ley en este sentido, cuando, en la práctica, este mismo Gobierno ha aprobado en Consejo de Ministros el envío de dos aviones F-18, el submarino Tramontana y la fragata Méndez Núñez antes de que se pronuncie el Congreso.
Para el PSOE una guerra es ilegal e injusta cuando no es reconocida por la ONU, ni es fruto del consenso del Consejo de Seguridad del cual emana una resolución que la ampare y apoye.
Cual fue mi asombro cuando descubro leyendo la publicación referida que en el apartado de otras operaciones, no amparadas por Resoluciones Internacionales, se incluye la Operación Golfo Pérsico en 1990 en apoyo a la primera guerra del Golfo con una fragata de la Armada Española.
Esta sí fue una guerra ilegal, según el propio lenguaje utilizado por los socialistas, de acuerdo con el Decreto elaborado por De la Vega. Entonces gobernaba Felipe González y la oposición apoyó al Gobierno, pese a que existía una gran diferencia: el PSOE envió soldados de reemplazo, no profesionales como los que se movilizaron en la segunda guerra de Irak.
Ahora siete años después, los actores de la ceja que todavía no han renegado de sus pasado zapaterista, andan enfrascados en los actos de reparación y desagravio a su gran referente de la jurisprudencia patria, Baltasar Garzón. La plataforma mediática afín al puño y la rosa no abre sus informativos ni monopoliza portadas de rotativos de prensa con Gadaffi, ni la guerra "injusta" de Libia. Nadie se rasga las vestiduras porque nuestros efectivos estén interviniendo en primera línea de batalla, ni por el hecho que tengamos autorización para disparar "a matar".
Hoy no veo a ningún socialista tras una pancarta, no oigo aquellos gritos del No a la guerra, no escucho declaraciones en contra, ni me llegan sms al móvil animándome a unirme a las manifestaciones espontáneas…
Hoy sólo percibo la hipocresia socialista que emana de todas y cada una de las manifestaciones públicas que realizan sus dirigentes en referencia a Libia; hoy veo la foto de Zapatero al lado de la enseña de los estadounidenses, los mismos a los que faltó al respeto en 2003, al permanecer sentado al paso de la misma durante el desfile de las fuerzas armadas.
Hoy contemplo como este Gobierno nos ha metido en una guerra con el mismo argumentario que negaron para Irak, observando con enorme pesar como una vez más los socialistas insultan nuestra inteligencia y faltan gravemente a la verdad, vagando sin rumbo hacia algún remoto lugar; posiblemente allá donde perdieron su credibilidad, dignidad y vergüenza.
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