lunes, 30 de abril de 2007

Sofía, un nombre en la historia.

Ayer de nuevo, media España detuvo el tiempo para sentarse delante del televisor a contemplar el feliz acontecimiento del natalicio de la segunda hija de los principes de Asturias. Una niña que será tercera en la línea dinástica después del príncipe y la pequeña Leonor.
Por supuesto la comparecencia más esperada fue la de S.A.R. D. Felipe ante los medios, despejando el enigma -magnificado como es de costumbre por la prensa-, del nombre de la recién nacida.
La verdad es que en esta ocasión han habido más acertantes en las quinielas onomásticas; sin ir más lejos yo fui uno de los que aposté por el nombre de Sofía desde el principio. Ello no supone que tenga dotes adivinatorias ni quirománticas, sino que era algo lógico considerando la estrecha vinculación de la familia real española con la griega, ejemplificada en nuestra reina, doña Sofía.

Sojia (Sofía) es la forma griega de este nombre. Se mantiene, pues, invariable a lo largo de los milenios. Significa sabiduría. Al que los romanos llamaban sapiens, los griegos le llamaban sojov (sofós).


Para el común de los mortales el nombre de Sofía curiosamente se hizo inmortal no en un ser sino en una edificación eso si, humana. Me refiero claro está a Santa Sofía de Constantinopla (agia sophia), que constituye para la Iglesia oriental lo que la basílica de San Pedro del Vaticano es para la Iglesia católica. Es para ellos la iglesia más importante, la madre de todas las iglesias. Constantinopla fue desde su fundación por Constantino el Grande la capital del imperio romano de Oriente y la sede primada de la Iglesia ortodoxa. Era, por tanto, la capital religiosa del imperio bizantino. Y del mismo modo que la iglesia romana dedicó su primer templo al que era el cimiento y la piedra de la Iglesia, san Pedro, y sobre su sepulcro edificó la gran basílica; la iglesia griega dedicó su templo principal a lo que entendió que era el cimiento sobre el que estaba construido absolutamente todo: el hombre, el universo la propia Iglesia: lo dedicó a la santa sabiduría divina (Agia Sophia / Hagia Sofía), es decir a la Sabiduría de Dios.
Y fue precisamente el prestigio de este templo, la joya del arte bizantino, y su capitalidad, lo que mayormente impulsó el uso de este bellísimo nombre de mujer.

Santa Sofía resultó ser el nombre de una mártir de los primeros tiempos del cristianismo. Dice el martirologio que sufrió el martirio durante la persecución de Adriano, hacia el año 140. El caso es que al ser tan necesaria la materialización de este nombre en una persona y en una biografía, el culto a esta santa se extendió muchísimo en la iglesia de Oriente. El fervor popular forjó en torno a ella una leyenda, parte de la cual eran sus tres hijas a las que llamó por amor a la religión que había abrazado Fe, Esperanza y Caridad, que también sufrieron martirio.

La dinastía borbónica carece de princesas y reinas de nombre Sofía, con lo que ayer también fue un día histórico para nuestra monarquía. Sin embargo en Europa ha sido un nombre utilizado en buen número de ocasiones para dar identidad a grandes mujeres que han dejado su impronta en la historia.

Por ejemplo partiendo de Bizancio podemos citar a la emperatriz Sofía -consorte de Justino II en torno al siglo VI d. C.-, que ejerció como regente durante el periodo de tiempo en que el emperador perdió la razón, salvando al imperio bizantino merced a su prudencia de caer bajo la embestida de las hordas persas.

Las crónicas no dan testimonio del nombre de Sofía asociado a la monarquía hasta las postimetrías del siglo XVIII.
Así en el ocaso del siglo XVII durante un corto período de lucha dinástica en Rusia, la trifulca entre los hijos varones del difunto zar Alexis impulsó a la regencia a su hija mayor, Sofía. Logró hacerse con el control de la situación entre los años 1682 a 1689, hasta el golpe de estado de Pedro que sería de enorme trascendencia para Rusia, alcanzando tanto el soberano como el país una grandeza hasta entonces no tenida, quién no en vano recibiría el apelativo de "el grande".

Eduviges Sofia de Suecia, fue la hija mayor de los reyes de Suecia Carlos XI y Ulrica Leonor.En 1698, antes de cumplir los diecisiete años se unió en matrimonio con su primo el duque Federico IV de Holstein-Gottorp en Estocolmo. El matrimonio obedecía a intereses políticos, pues el ducado de Holstein-Gottorp era un importante aliado de Suecia.
Fue una vida desdichada la de ambos ya que el duque Federico IV fallecería en batalla en 1702. El heredero, Carlos Federico, contaba con sólo dos años de edad, por lo que Eduviges Sofía fungió como su tutora, pero el gobierno del ducado sería ocupado por el obispo de Lübeck, Cristián Augusto de Holstein-Gottorp.
Cinco años después de la muerte de su marido, falleció Eduviges Sofía en Estocolmo a la edad de 27 años.

Otra temperamental mujer fue bautizada como Sofía a principios del siglo XIX. Hija de rey (Maximiliano I de Baviera), y madre de emperador; sería conocida por su ambición política y sobre todo por hacer todo lo que estuviera a su alcance para asegurar la sucesión al trono para su hijo mayor, Francisco José, su personalidad era tan bien conocida que de ella se llegó a decir que "era el único hombre de la corte".
Cuando el emperador de Austria se vio obligado a abdicar tras la revolución de 1848, la sucesión correspondía por derecho a su esposo Francisco Carlos, pero Sofía, al considerarlo incapaz, le presionó para renunciar a sus derechos sucesorios en favor de Francisco José, el hijo de ambos, con lo cual también renunció a ser emperatriz consorte. Pese a ello, con el ascenso de Francisco José ella se convirtió durante muchos años en el poder detrás del trono, por la gran influencia que tenía sobre su hijo.
Esto último significó un problema cuando Francisco José resolvió casarse con la Duquesa Isabel de Baviera, mejor conocida como Sissi, con quien Sofía siempre tuvo una pésima relación, pues sus temperamentos y formas de pensar eran completamente distintos.

Contemporánea a la archiduquesa fue Sofía de Wurtemberg -hija del rey Guillermo I de Prusia-, que contrajo matrimonio con Guillermo III de los Países Bajos. La vida no sonrió a esta princesa germana que fue testigo de la muerte de sus tres hijos.

En el último tercio del siglo XIX nacería en la posteriormente famosa ciudad de Postdam Sofía de Prusia, hija del emperador Federico III y de Victoria de Sajonia-Coburgo-Gotha, que se convertiría en reina consorte de Grecia tras su boda con Constantino I.
El enlace se celebró en Atenas, tras superar una serie de dificultades en la corte de Berlín, especialmente por que era mal visto que una princesa luterana se casase con un ortodoxo.
Se la consideró como influyente en su esposo el rey, sobre todo en los sentimientos pro-alemanes que Constantino mostró durante la Primera Guerra Mundial.

Se trata en suma de una serie de mujeres que fueron llamadas a situarse en lugares clave e hicieron grande su nombre en la historia.
Hoy la realeza europea vuelve a grabar con letras de oro a Sofía, convertida ya al nacer en infanta de España, a la que desde aquí aprovecho para felicitar puesto que hoy 30 de abril se celebra su onomástica.




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