martes, 13 de marzo de 2007

Donde dije, digo Diego

Hace unas horas la televisión oficiosa de la red terrorista Al Qaeda, Al Jazeera, volvía a divulgar al mundo entero -cual almuédano que comunica el mensaje a los fieles-, el último órdago a Occidente; poniendo de relieve por si a alguien se le había olvidado, que la guerra continua y que el terrorismo islámico no se rinde.

En esta ocasión, las amenazas iban destinadas a Europa y concretamente a Alemania y a Austria, instándoles a que retiren las tropas de Afganistán o de lo contrario sufrirán en sus carnes la ira de Allah. El terrorista también tenía palabras para nuestro país, recordándonos que "Zapatero ha engañado al pueblo español, retirando las tropas de Irak para enviarlas a Afganistán". Con lo que recuerda que "el Islam es una única nación" y que "cualquier afrenta contra un país lo será para el imperio islámico en su conjunto". Concluyendo que España en esta situación sigue siendo objetivo prioritario de los terroristas, vaticinando así nuevos atentados.

La respuesta del gobierno español en palabras del ministro de defensa José Antonio Alonso, fue contundente, "No se puede ceder al chantaje de los terroristas en ninguna circunstancia". Repito que fue contundente, pero al mismo tiempo incoherente, cínica y si se me permite desvergonzada viniendo de parte del ejecutivo de Zapatero. Es de agradecer que alguien del gobierno tenga cordura para llamar a las cosas por su nombre y poner los puntos sobre las íes a la sinrazón. No obstante, cabría recordarle al ministro Alonso la primera decisión del ejecutivo socialista cuando aun no se habían cumplido cien días de legislatura; un 30 de junio de 2004 José Luis Rodríguez Zapatero anunciaba con solemnidad y vehemencia que las tropas españolas destinadas en Irak se retiraban del país. Esa fue precisamente la exigencia de los terroristas que amenazaron a España y que nos golpearon brutalmente el 11 de marzo precedente. Con esta decisión que nuestro presidente calificó de "personal", no sólo abandonábamos la coalición internacional que debía velar por el restablecimiento del orden y la restauración de la soberanía al pueblo irakí tras la caída del tirano que la había mantenido secuestrada durante décadas, sinó que además nos plegábamos a las exigencias de los iluminados del Corán, y cedíamos cobardemente ante sus amenazas.

Ahora cerca de tres años después un representante del mismo gobierno que entonces actuó así, nos asevera también con aspecto ceremonioso y actitud impetuosa el célebre "donde dije digo diego".

Debe ser motivo de alegría y satisfacción que por fin el gobierno se ponga del lado de la verdad, de la coherencia, de la racionalidad y de la auténtica paz, dando así la razón a aquellos que una vez se acusó de asesinos y genocidas, pero que como ahora queda demostrado velaron siempre por garantizar la mejor posición para su país, la libertad que por derecho corresponde a todos los hombres y la bandera de una paz duradera y justa.

Ya lo dijo Sir Winston Churchill a finales de la década de los años 30 frente al ascenso del nazismo y las amenazas del Fürher al mundo libre: "Los peligros y dificultades no desaparecerán cerrando los ojos. No desaparecerán limitándonos a esperar a ver que pasa; ni desaparecerán con una política de apaciguamiento."



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