martes, 20 de marzo de 2007

Reflexiones en voz alta

Hoy a mi artículo le voy a dar forma de respuesta a un amigo que me preguntaba acerca de mi opinión sobre las razones y/o motivaciones que propiciarían la vuelta a esa etapa en que la ultraderecha copaba los gobiernos de los estados, en línea con lo comentado en el artículo del pasado día 15 de marzo: "el silencio cómplice".



Si nos remontamos a la Alemania de los años 30, para los no iniciados sugerirles solo tres ideas: un estado con altos índices de paro que se vieron agravados tras el "crack bursátil del 29", una situación social conflictiva derivada de esa carencia de trabajo y recursos, aderezado con una posición geopolítica de debilidad y humillación a nivel internacional derivada de la derrota del Imperio Alemán en la primera guerra mundial y los rigores del Tratado de Versalles.

Para intentar salvar la cara ante tantas calamidades en 1930 se inauguró en Alemania un periodo político que vino a denominarse la república de Weimar; con elecciones libres, disparidad de opciones políticas y todas las libertades y derechos reconocidos. Este invento fue un fracaso estrepitoso y la república fue incapaz de hacer frente a los problemas estructurales de los que adolecía el estado y la sociedad. El resultado es por todos conocido: El III Reich nacido de entre las cenizas de una Alemania destrozada física y emocionalmente al que la población se entregó en brazos, convirtiendo a su líder (Fürher) en poco menos que un mesías que los salvaría de todas las penurias y que como tal les devolvería su poderío y grandeza.

Entonces como hoy, la explicación era muy sencilla. El caldo de cultivo perfecto para el ascenso de este tipo de partidos como el NSDAP alemán, es precisamente la pérdida de confianza en los sistemas democráticos, donde campan a sus anchas los comportamientos corruptos y chanchulleros; por lo que poco a poco se va haciendo una identificación general de la democracia como sinónimo de esa hipocresía que encierra tras de sí y que se materializa a través de sus mismos gobiernos, sin importar el signo y el color político que les sirva de bandera.
Un caso paradigmático lo tenemos en España donde pese a las apariencias y al aparato mediático de los dos grandes partidos, tanto PP como PSOE coinciden en la forma de llevar a cabo la política; su plasmación práctica es similar a grandes rasgos, aunque sujeta a matizaciones dependiendo de si el ejecutivo lo preside un señor de bigote, u otro feminista "ista, ista", o si es el marqués de la Cibeles el que ejerce de portavoz o la mona Jacinta.

El verdadero peligro a mi modo de ver radica en esa forma tan similar de hacer política de unos y otros, que conduce a una situación de desconfianza como he señalado, tras lo cual sigue la indiferencia, la apatía y por último, el conformismo y la sensación de que el voto no sirve para nada, ya que no existe un cambio real, por lo que la abstención va ganando terreno.
Si a esa desconfianza le unimos algunos problemas que resultan endémicos en nuestras sociedades como pueden ser el paro, el terrorismo y la inmigración, pues nos resulta una bomba de relojería dificil de controlar y que en cualquier momento nos puede estallar en las manos como ocurrió en la república de Weimar.

A veces me paro a pensar en lo irresponsable del sistema democrático a la hora de votar. Me explico. Como ya llevo bastantes campañas electorales como apoderado en algún colegio electoral he visto muchas cosas, y tengo tiempo para pensar y reflexionar en base a comentarios y comportamientos que veo. Y a veces ante semejantes odas a la ignoracia de individuos tipo bakalaeros makineros, adolescentes barriobajeros o ravaleras implacables pienso -aunque parezca una actitud egoísta-, : "¡¡¡¡¡y que su voto valga igual que el mío!!!!!"

He aquí la tercera pata del banco que faltaba; al déscrédito o desilusión junto con las excesivas similitudes entre PP y PSOE, le unes el encefalograma plano de estas "creaturicas", y realmente te sale una ecuación perfecta que sirve para dar explicación a fenómenos como el de Le Pen en Francia.
La ignoracia entre esta gente no tiene límites, y ni conocen, ni les interesa nada absolutamente sobre acontecimientos que ocurrieron en el pasado, más que nada porque el porrito, la rayita o el chute de rigor les han atrofiado algún que otro hemisferio cerebral y su registro memorístico no va más allá del último polvo que echaron, lo guapa que estaba la Bordiu en la revista o el video que "el" Johnny le grabó al hijoputa el profesor cuando "el" Kevin le dio la paliza en el patio del insti.
Ni saben quien fue Hitler, ni les importa; les preguntas por la Wehrmatch y quizá piensen que es una nueva droga, o que la "solución final· es el eslogan de Dixan.

Ese es mi verdadero temor, que las generaciones que están "formándose" -por decir algo-, no saben, no preguntan, no conocen y están abocados irrevocablemente al olvido, y como reza ese gran dicho: "cualquier sociedad que olvida su pasado, está irremediablemente condenada a repetirlo".



1 comentario:

Anónimo dijo...

Un análisis muy claro, querido Sultán.

Por eso algunos pensamos que la democracia es una cosa, y la partitocracia es otra muy distinta.

No hay mayor libertad que tener trabajo fijo, coberturas sociales gratuitas y de calidad... y un largo etcétera, completamente opuesto a lo que tenemos hoy. Como decía Lenin... ¿Libertad para qué? ¿Para morirse de hambre? Y él lo decía en el mismo sentido: le llaman libertad (y democracia) y no lo es.