Una de las noticias con las que me he despertado hoy ha sido el derribo del muro denominado como "Línea Verde", que separaba al minúsculo estado en dos franjas y que tenía en su haber el triste y penoso récord de ser su capital, Nicosia, la única del mundo en la que existía un muro de estas características. Nada más y nada menos que desde 1960 el muro separaba la urbe y por ende la isla en dos mitades, la turco-chipriota y la greco-chipriota; materializándose la eterna rivalidad de Turquía y Grecia en la región, que dirimieron sus diferencias en la práctica sirviéndose de su influencia sobre el pequeño estado del mediterráneo oriental, desgajándolo a su propia conveniencia en un irresponsable ejercicio de moderno imperialismo.
Resulta irrisorio contemplar el comportamiento de ambos estados con respecto al "rival más débil", cuando ellos mismos décadas atrás demandaban el fin de la hegemonía occidental sobre Oriente amparándose en el principio de la autodeterminación que por derecho correspondía a todos los pueblos.
Quizás ambas pretendan rememorar su glorioso pasado imperial en aquellas tierras, a modo de resarcimiento de su propio orgullo, que se vio seriamente tocado cuando otras potencias superiores las humillaron vilmente, y ellas -como hace hoy Chipre-, sucumbieron a las apetencias extranjeras mientras aguardaban con esperanza e ilusión el día en que fueran realmente libres.
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